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21 de abril de 2009

El juego simbólico


La teoría de mayor impacto sobre la evolución del juego y su formalización en cuatro grandes clases es la de Piaget. En ella se establece plena correspondencia entre los sucesivos juegos y el desarrollo de la inteligencia en sus diferentes etapas. Aun cuando esta teoría está siendo sometida a reformulaciones, todavía mantiene su validez general. Piaget ve el desarrollo intelectual del niño como algo que progresa en cuatro fases sucesivas: 1) el período sensoriomotor, que dura desde el nacimiento hasta los 2 años; 2) el período pre-operacional: de 2 a 7 años; 3) el de las operaciones concretas, de 7 a 12 años y 4) el período de las operaciones formales que comienza de ordinario a los 11 ó 12 años y constituye la base para el pensamiento abstracto.


Tal y como explica Tejerina[1], la sucesión de tipos de juego infantil establecidos por Piaget son: sensoriomotores, simbólico, de reglas y de construcción. En la etapa sensoriomotora nacen las primeras manifestaciones del juego, los juegos sensoriomotores: el niño reproduce y repite las acciones que ha aprendido por el placer de controlar y ejercitar su conducta. Son juegos de ejercicio, el niño toca todo lo que está a su alcance, agarra, tira, corretea, salta… A estos juegos le suceden los juegos simbólicos, juegos que presuponen la capacidad de simbolización y a los cuales se considera el origen de la expresión dramática infantil. A estos les suceden, a su vez, los juegos colectivos de reglas que van a constituirse en los más característicos del período de las operaciones concretas o tercera infancia. Una anticipación del juego de reglas es el juego de roles, una clase de juego simbólico colectivo en el que ya existen unas reglas o normas mínimas. Los juegos de reglas van a prolongarse durante toda la vida en forma de deportes o juegos de sociedad. Son juegos sensomotores: juegos de pelota, de la goma o cuerda… o intelectuales cartas, ajedrez, juegos de mesa, etc. en los que hay competición entre los individuos y reglas. El juego teatral o juego dramático¸ organizado en la escuela, es también -aunque no exclusivamente- un juego de reglas.


Las tres primeras categorías se corresponderían con las estructuras específicas de cada etapa en la evolución intelectual del niño: el esquema motor, el símbolo y la regla. La cuarta categoría, los juegos de construcción, no caracterizan un estadio independiente en la evolución, están presentes en cualquier edad y ocupan una posición a medio camino entre el juego y el trabajo inteligente.


En relación al juego simbólico Tejerina afirma:


“La función simbólica, exclusiva del ser humano, consiste en poder representar un significado cualquiera: objeto, acontecimiento, esquema conceptual, etc., por medio de un significante diferenciado, que puede referirse a elementos presentes o ausentes. (…) La capacidad de imaginación o de representación simbólica es la que permite recrear, representar a los objetos en ausencia de éstos.”[2]

En la Educación Infantil el elemento fundamental de la actividad cognitiva es el desarrollo de la función simbólica. En este período, también denominado pre-operacional, simbólico o pre-lógico, la función simbólica es la clave para la transición desde la inteligencia práctica del niño sensorio-motor a la inteligencia conceptual. El niño avanza esencialmente por y a través de la actividad lúdica en esta etapa.


“El juego simbólico es el juego del hacer como si, mediante el cual el niño ejerce su capacidad simbólica y su concepto del mundo al fingir conductas, en las cuales asigna a los objetos nuevas significaciones y/o asume roles que no le son propios en situaciones imaginarias, realizando acciones de ficción como si fueran reales. Evoca objetos, personajes y situaciones que gracias a su capacidad de imitación y de representación toman cuerpo y adquieren vida en la acción lúdica.”[3]

En este juego infantil de imaginación, específico y espontáneo -añade Tejerina- los niños se apropian de la realidad y la nombran en un lenguaje que corresponde a su naturaleza esencialmente fijada en la acción. Un instrumento simbólico de gestos o de signos verbales que se constituye como lenguaje dramático en este juego. Hay un como si que se hace acción (drama = acción) en la realidad jugada, apoyado en un lenguaje corporal y, sobre todo, verbal: cuando transforma s lápiz en cigarrillo, eleva y mueve los brazos como la gaviota y, en mayor medida, cuando recrea una situación a partir de los signos-palabras.



[1] TEJERINA, ISABEL. Dramatización y Teatro infantil. Dimensiones psicopedagógicas y expresivas. Siglo XXI de España Editores. Madrid, España. 1994. Pág. 42
[2] ISABEL TEJERINA. ÍDEM. Pág. 43-44
[3] ÍDEM. Pág. 51